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Creación, dirección e interpretación: Toni Rumbau
Prosiguiendo la estela de sus últimos montajes - desde su ya clásico "A Dos Manos" pasando por títulos como "El Doble y la Sombra" o la ópera "Euridice y los Títeres de Caronte"-, el autor titiritero aúna en este nuevo espectáculo la tradición del teatro de títeres popular con el lenguaje más visual de las sombras, las manos y los objetos . Los grandes temas arquetípicos de la tradición (el nacimiento, la muerte, la creación, el hambre, la dualidad bien/mal, la libertad...) aparecen tratados desde la vitalidad desenfrenada de los títeres y desde la mirada poética y profundamente simbólica de las sombras. Una obra que busca la participación ingenua y vital del público infantil, y que despierta la atención y la complicidad del adulto. Para niños de 5 a 99 años. Los títeres: Polichinela, el Perro, el Policía, el Diablo, la Muerte... Los personajes de la tradición nacen en el mundo actual llamados por la imaginación del público (niños y adultos) y por el oficio del titiritero.
Del Huevo al Cubo: el huevo de la
imaginación, que el público entrega al titiritero al empezar el
espectáculo, da vida al cubo, la caja cuadrada dónde
vive el espíritu de Polichinela. En ella nacen los diferentes
personajes. Al mismo tiempo, una luz irrumpe en el interior del teatrillo
de títeres, que se convierte así en una caja de luz y de sonido.
Con el artilugio sonoro de la "lengüeta", más la
música en directo a través de instrumentos sencillos y contundentes, los títeres
nacidos del seno misterioso del retablo cobran vida para representar el rito
eterno de la creatividad y de la lucha contra la muerte.
« A
Manos Llenas » : a través de estas formidables herramientas de trabajo que son las dos manos
del titiritero, la Tradición se ve replanteada en un proceso de introspección
que abre las entrañas del oficio. Lo habitualmente oculto se ilumina con la
conciencia de un punto de luz inquieto, conciencia que es a su vez la del
retablo y la de los títeres que lo habitan.
La percepción del espectador se ve así ampliada por una multiplicidad de puntos de vista que se superponen entre si. Al final, una vez los títeres han regresado a su caja, ésta, de pronto iluminada por dentro, se convierte en un nuevo retablo, íntimo y pequeño: el escenario dónde la imaginación del público podrá desplegar sus propias historias.
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Crítica de Edgar Davidian al Journal L'Orient-Le Jour,
de Beirut, Líbano (27-05-2010)
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